URSULA HEISE Biophilia

VI Edición del Premio Biophilia

La Fundación BBVA premia a Ursula Heise por expandir nuestra capacidad para comprender y afrontar los grandes retos medioambientales desde las humanidades

La profesora Ursula K. Heise ha sido galardonada con el VI Premio Biophilia de la Fundación BBVA por “impulsar el desarrollo y aplicación del campo de las Humanidades Ambientales a escala global”. A lo largo de las últimas dos décadas, la catedrática de Estudios Literarios de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), “ha explorado, a través de su investigación pionera, las variadas formas que adoptan el pensamiento, la narrativa y el activismo medioambientales en distintas regiones del mundo”, según resalta el jurado.

8 octubre, 2024

Su concepto de “eco-cosmopolitismo”, desarrollado en libros como Sense of Place and Sense of Planet (2008), así como sus estudios sobre los significados culturales de especies amenazadas en obras como Imagining Extinction (2016), representan hitos en el campo de las Humanidades Ambientales cuya influencia “se ha extendido a la política internacional”, en palabras del jurado, a través de su análisis de documentos como la Lista Roja de Especies Amenazadas elaborada por la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (UICN).

Además, la profesora Heise ha contribuido de manera decisiva al desarrollo internacional de las Humanidades Ambientales “más allá de las esferas angloamericana y europea, mediante el establecimiento de una red de artistas, humanistas, científicos y activistas ambientales en países como Argentina, Australia, Japón, Corea del Sur, Taiwán y Vietnam”.

En definitiva, concluye el acta, el trabajo de la galardonada ha demostrado “cómo las humanidades pueden y deben aunar fuerzas con las ciencias naturales, las ciencias sociales, la política, el derecho y las tecnologías digitales para aumentar nuestra capacidad de comprender y afrontar los grandes retos medioambientales de nuestro tiempo”.

El Premio Biophilia de la Fundación BBVA, dotado con 100.000 euros, reconoce aportaciones que contribuyan a repensar la relación de los humanos con la naturaleza desde las disciplinas humanísticas, las ciencias sociales y la comunicación. El objetivo es reconocer narrativas e interpretaciones que, estando apoyadas o siendo compatibles con el conocimiento de las ciencias del medio ambiente, contribuyan al modelado de las perspectivas, marcos conceptuales y valores medioambientales del conjunto de la sociedad.

La dimensión social, histórica y cultural del medio ambiente

“La idea fundamental de las Humanidades Ambientales” –explica Ursula Heise (Koblenz, Alemania, 1960) en una entrevista realizada poco después de conocer la concesión del Premio Biophilia– “es que los procesos, los riesgos y las crisis del medio ambiente no son únicamente cuestiones de ciencia y tecnología, sino que tienen que ver con la sociedad, la cultura, la historia y los valores”. Desde esta óptica, fenómenos como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la deforestación o la erosión del suelo, que se definen de manera similar o idéntica desde una perspectiva científica en cualquier lugar del mundo, “se perciben de manera muy diferente cuando se tienen en cuenta los diferentes idiomas, las diferentes memorias históricas y los diversos marcos de comprensión de cada sociedad. Por ello, no podemos abordar la crisis ambiental si no la analizamos como un problema social, cultural y de valores”.

A lo largo de su trayectoria académica, tal y como ha resaltado el jurado, Heise se ha dedicado a explorar cómo las diferentes tradiciones de pensamiento sobre la naturaleza en distintas lenguas y culturas influyen sobre las maneras de interpretar los desafíos del medio ambiente. Se trata de una innovadora línea de investigación humanística que ella considera absolutamente imprescindible en un momento en el que el futuro de la vida en el planeta está en juego: “Si queremos comunicarnos con éxito sobre la crisis medioambiental y formar alianzas con gente de todo el mundo para combatir la pérdida de biodiversidad, el cambio climático o la acidificación de los océanos, realmente necesitamos entender estas diferencias culturales”.

Heise recuerda que ella no se educó en un entorno “especialmente ecologista” durante su infancia y juventud en Alemania, ya que su familia “no estaba muy orientada a la naturaleza”. Su pasión era la literatura, y tras licenciarse en Filología Francesa y Española por la Universidad de Colonia y doctorarse en Literatura Inglesa y Estadounidense por la Universidad de Stanford, obtuvo un puesto como profesora de Literatura Inglesa y Comparada en la Universidad de Columbia a principios de los años 90. Fue en aquellos años cuando tomó una decisión que acabó teniendo un enorme impacto en su vida personal e intelectual: “En 1995 compré un loro en una tienda, algo de lo que hoy me avergüenzo porque no creo que se deban comprar ni vender animales. Era una hembra que llamé Michiko, increíblemente vivaz e inteligente, que cambió por completo mi manera de pensar sobre las aves y despertó en mí una gran fascinación por estos animales. Poco después me uní a un grupo de observación ornitológica en Central Park, donde un grupo de amantes de los pájaros íbamos a identificar las aves migratorias que llegaban hasta las zonas verdes de Nueva York. Aquella experiencia desencadenó una verdadera transformación intelectual y personal, por la que empecé a interesarme por el ecologismo y la conservación”.

A partir de entonces, Heise cambió el foco de su investigación –centrada hasta entonces en el impacto del posmodernismo en la literatura, la arquitectura y las artes– hacia las Humanidades Ambientales, un campo en el que, en palabras del jurado, se ha convertido en una “líder global”.

‘Eco-cosmopolitismo’: del ‘zoom’ local al ‘zoom’ global (y viceversa)

En 1969, la icónica imagen de la Tierra captada desde la órbita lunar por los astronautas del programa Apolo provocó un enorme impacto cultural que inspiró el nacimiento del movimiento ecologista a escala mundial. “Era la imagen de una Tierra que no era ilimitada, sino una unidad discreta”, afirma Heise. “Aquella esfera azul y blanca parecía una piedra preciosa contra el fondo negro del espacio exterior. Y así, tanto la fragilidad como la belleza de la Tierra estaban en primer plano en esa imagen que ocupó un lugar muy destacado en el primer Día de la Tierra, celebrado en 1970”.

Tres décadas después, Heise considera que otro hito tecnológico provocó un nuevo impacto cultural muy significativo en la conciencia ambiental a escala mundial, cuando en 2001 nació Google Earth: “Esta experiencia hizo posible que cualquier usuario de un ordenador pudiera acceder a imágenes del lugar en el que vivía y alejarse hasta ver toda la Tierra, yendo y viniendo del zoom local al zoom global, de una forma que nos permite a todos pensar en lo local y lo global de forma conjunta”.

Desde esta óptica, en su libro Sense of Place, Sense of Planet (“Sentido del lugar, sentido del planeta”, 2008), Heise propuso el concepto de “eco-cosmopolitismo” para defender una ética medioambiental que combinase el compromiso con la protección de la naturaleza a escala local con una conciencia de la interconexión de todas las especies y ecosistemas a escala global. “El problema de cómo lo local y lo global están conectados y desconectados me fascinaba”, recuerda Heise, “por las dos diferentes tradiciones culturales de pensamiento medioambiental que yo mejor conocía debido a mi propia experiencia intercultural. Por un lado, yo venía de Alemania, donde el ecologismo se basaba en términos científicos y neutrales, en buena medida para alejarse por completo de la retórica nacionalista de los nazis, que enfatizaban la sublime belleza de los bosques y la tierra alemana. Esta visión contrastaba con el ecologismo estadounidense, donde sobre todo se enfatizaba la importancia de lo local, y algunos autores sostenían que no se puede ser ecologista sin tener una conexión profunda con un lugar concreto en el que se vive desde hace mucho tiempo”.

Desarrollando el eslogan “Piensa globalmente, actúa localmente”, propuesto por el biólogo y humanista René Dubos a principios de los años 70, el “eco-cosmopolitismo” de Heise propone que en el mundo globalmente conectado del siglo XXI, la ética medioambiental necesariamente tiene que basarse en un zoom de lo local a lo global, y viceversa: “No basta con tener una conciencia y un compromiso a escala local porque eso sólo significa que tu basura puede llevarse a otro sitio o que tus industrias más contaminantes pueden estar ubicadas fuera del lugar idílico y hermoso donde vives, pero eso no ayudará al planeta en su conjunto. Por eso, una conciencia planetaria y un conocimiento de cómo las cosas están unidas y ecológicamente conectadas a escala global me parecen tan cruciales para una ética medioambiental como un compromiso con lo local”.

Al mismo tiempo, desde esta doble perspectiva local y global, el “eco-cosmopolitismo” de Heise defiende la importancia crucial de tener en cuenta las diferencias sociales, históricas y culturales de cada región del planeta a la hora de implementar actuaciones para proteger el medio ambiente: “Para tener éxito en la colaboración internacional”, afirma Heise, “no basta con tener un buen conocimiento de la ciencia subyacente. Si quieres emprender un esfuerzo de conservación fuera de tu propia comunidad en lugares tan diversos como la India y muchos lugares de América Latina, donde hay diferentes comunidades étnicas y lingüísticas, tienes que saber algo sobre esas tradiciones diferentes y sus lenguas diversas. De lo contrario, se pueden cometer grandes errores: el éxito en los esfuerzos de reconstrucción o restauración es tan probable como el fracaso”.

En este sentido, la investigadora galardonada señala que hay muchos ejemplos de fracasos en el ámbito de la conservación, especialmente en el continente africano, en los que “organizaciones conservacionistas de multimillonarios bienintencionados quisieron crear refugios de vida salvaje o parques nacionales, ignoraron a las comunidades locales y luego se encontraron con que, una vez establecido el refugio, no se podía mantener porque las comunidades locales eran hostiles al proyecto, ya que no se les había consultado”.

El peso de la cultura en la protección de especies amenazadas

El segundo hito en la obra de Heise destacado por el jurado del Premio Biophilia es su innovador análisis del papel que desempeña la cultura en la conservación de la biodiversidad, o – tal y como lo define ella misma – “las historias que se cuentan sobre algunas especies que están en peligro y no sobre otras”. En su libro Imagining Extinction The Cultural Meanings of Endangered Species (“Imaginando la extinción: los significados culturales de las especies amenazadas”, 2016), Heise pone el foco sobre “un patrón muy claro”: el hecho de que la mayoría de las especies que reciben atención no solo del público general y los medios de comunicación, sino de la propia comunidad científica, son animales vertebrados. “Los invertebrados reciben mucha menos atención, y sobre todo a las plantas se les hace muy poco caso”.

De hecho, para comprobar hasta dónde llega este sesgo cultural en la atención que reciben diferentes especies, Heise analizó la Lista Roja de Especies Amenazadas, un documento científico de referencia en el ámbito de la conservación de biodiversidad, elaborado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Así comprobó que, mientras que se han estudiado las 11.000 especies de aves y las 5.700 especies de mamíferos que se conocen, solo se han analizado la mitad de las aproximadamente 34.000 especies de peces y, en el caso de las 31.000 especies de hongos, solo 43 han recibido atención por parte de los investigadores.

“Los mismos sesgos de la sociedad se replican en la ciencia”, advierte Heise, “y cuando hablas con investigadores sobre este problema, te das cuenta de dos cosas. Una es que ellos también son personas y no están exentos de influencias culturales. Hay muchos más científicos que prefieren estudiar pájaros en vez de caracoles o babosas, de los que sabemos mucho menos. Además, los científicos también te reconocerán que es mucho más fácil conseguir financiación para un proyecto de conservación que implique osos polares, tigres de bengala o rinocerontes blancos que para una planta, una serpiente o un molusco del que nadie ha oído hablar. Es una realidad”.

En todo caso, la investigadora galardonada aplaude el hecho de que hoy la propia UICN es consciente de este problema y en la actualidad está haciendo un gran esfuerzo “para intentar colmar esas lagunas y recaudar fondos para realizar estudios sobre las demás especies”.

Más allá de este análisis sobre los sesgos culturales en la conservación de la biodiversidad, en Imagining Extinction Heise defiende la “justicia multiespecie”, un concepto que expande la consideración moral y legal de los miembros de una comunidad que son sujetos de derechos a todas las demás especies con las que los humanos comparten nuestro planeta.

Una red global de humanistas ambientales, más allá de la galaxia ‘eurocéntrica’

Finalmente, el jurado del Premio Biophilia también ha destacado la sobresaliente contribución de Heise a la creación de una amplia red internacional de investigadores en el campo de las Humanidades Ambientales que ha trascendido la esfera anglo-americana y europea, estableciendo múltiples conexiones en Asia y Latinoamérica. Este esfuerzo, según explica ella misma, ha estado motivado por la aplicación de una visión “eco-cosmopolita” a su propia comunidad investigadora: “el interés de salir del ámbito eurocéntrico surgió por conocer las formas diversas en que se viven las crisis ambientales y cómo se piensa sobre ellas en las distintas culturas”.

Gracias a su amplio conocimiento de idiomas –habla alemán, inglés, francés, español y japonés–, Heise ha impulsado múltiples publicaciones y traducciones de obras en el campo de las Humanidades Ambientales, así como la celebración de congresos, cursos y seminarios, en países como Argentina, Australia, Japón, Corea del Sur, Taiwán y Vietnam.

“Algo que descubrí en mis viajes a Taiwán y Japón”, recuerda, “fue que la gente también trabajaba muy activamente en estas áreas de investigación. En Japón, de hecho, los estudios literarios y culturales sobre el medio ambiente se iniciaron antes que en Estados Unidos. Es decir, tenemos la tendencia a pensar siempre en Estados Unidos como el lugar donde se originó todo. Eso es parcialmente cierto en términos de influencia, pero en términos de historia, la realidad es que los eruditos japoneses estaban interesados en esos temas incluso antes de que los estadounidenses tomaran conciencia de ellos”.

Imaginar futuros no apocalípticos a través de la ciencia ficción

En la actualidad, Heise se encuentra trabajando en un nuevo libro que analizará cómo las obras actuales de ciencia ficción están imaginando los posibles futuros que le esperan a la humanidad si no se logra detener la doble crisis ambiental del cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Su objetivo, según adelanta tras conocer la concesión del Premio Biophilia, es mostrar que existen visiones optimistas, como las que propone el novelista Kim Stanley Robinson, que se alejan de las narrativas apocalípticas que han predominado en muchas novelas y películas.

“Estas obras de ficción”, señala, “muestran que podemos imaginar futuros muy positivos que todavía siguen siendo posibles, por ejemplo ahora que la infraestructura de las energías renovables se va estableciendo. Al mismo tiempo, también se presentan escenarios realmente muy distópicos, donde los impactos del cambio climático podrían provocar escenarios terribles para muchas comunidades, sobre todo en el sur global, pero también y cada vez más para el norte. Creo que lo importante es enfatizar que todavía hay una amplia gama de posibilidades, que el apocalipsis no está decidido todavía, que sí lo podemos evitar y que hay muchas cosas que se pueden hacer para evitarlo tanto a escala local como global. Una aportación fundamental de las Humanidades Ambientales es precisamente ayudarnos a imaginar escenarios que no son apocalípticos y distópicos. Como reflejan algunas novelas recientes, podemos imaginar otros futuros que todavía están a nuestro alcance y trabajar para hacerlos realidad”.

Biografía académica de la premiada

Ursula K. Heise es titular de la cátedra Marcia H. Howard de Estudios Literarios en el Departamento de Literatura Inglesa y el Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Previamente fue profesora titular de Literatura Inglesa y Comparada en la Universidad de Columbia (1999-2004) y tanto profesora titular como catedrática de Literatura Inglesa y Comparada en la Universidad de Stanford (2004-2012). También fue Guggenheim fellow (2011-2012) y ocupó el cargo de presidenta de la Asociación para el Estudio de la Literatura y el Medio Ambiente (ASLE) en 2011. Además, ha sido profesora visitante en numerosas universidades y de hecho en la actualidad ocupa la Cátedra International Francqui en la Universidad de Gante (Bélgica).

Entre sus libros se encuentran Chronoschisms: Time, Narrative, and Postmodernism (Cambridge University Press, 1997), Sense of Place and Sense of Planet: The Environmental Imagination of the Global (Oxford University Press, 2008), Nach der Natur: Das Artensterben und die moderne Kultur (Suhrkamp, 2010) e Imagining Extinction: The Cultural Meanings of Endangered Species (University of Chicago Press, 2016).

Es coeditora (con Chi P. Pham) de Environment and Narrative in Vietnam (Palgrave Macmillan, febrero de 2024), editora de la serie Natures, Cultures, and the Environment (también con Palgrave), coeditora de la serie Literature and Contemporary Thought con Routledge, coeditora del Routledge Companion to the Environmental Humanities (2016) y directora editorial de Futures of Comparative Literature: The ACLA Report on the State of the Discipline (2017).

También es coeditora de The Longman Anthology of World Literature. The Twentieth Century; editora (revisora de la traducción, autora de la introducción y las notas) de Viaje al centro de la Tierra, de Julio Verne, y de numerosos artículos y capítulos de estudios literarios sobre figuras centrales de la modernidad.

Además, es cofundadora del Laboratorio para Estrategias Narrativas Ambientales (LENS) en UCLA, así como productora y guionista de Urban Ark Los Angeles, un documental realizado en colaboración con la cadena de televisión pública estadounidense KCET-Link.

Sobre la Fundación BBVA y el Premio Biophilia

Desde hace dos décadas, la protección de nuestro planeta ha sido un área de actuación prioritaria para la Fundación BBVA, a través del apoyo a la investigación científica, a proyectos de conservación de especies, hábitats y ecosistemas, el fomento de la cultura medioambiental del público y el reconocimiento de los profesionales de la comunicación que contribuyen de manera decisiva a la comprensión y el compromiso individual y colectivo de los desafíos ecológicos de nuestro tiempo.

En 2004 nacieron los Premios Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad, que reconocen actuaciones en defensa de la naturaleza en España y a escala mundial, así como la comunicación y sensibilización medioambiental.

Los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, creados en 2008, reconocen la excelencia científica en dos categorías medioambientales –Cambio Climático y Ecología y Biología de la Conservación–, en pie de igualdad con las seis restantes áreas de estos galardones internacionales: las ciencias básicas, la biomedicina, las tecnologías de la información, la economía, las humanidades y las ciencias sociales.

En 2019 la Fundación BBVA creó el Premio Biophilia con el objetivo de reconocer la labor de profesionales y organizaciones de cualquier lugar del planeta que contribuyan de manera excepcional a mejorar la comprensión y sensibilización pública de los desafíos ecológicos.

El nombre del premio alude a la hipótesis de la biophilia propuesta por el naturalista Edward O. Wilson, Premio Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación 2010, que quiere denotar la profunda conexión que los humanos sienten de manera instintiva con la naturaleza y todas las formas de vida.

La VI convocatoria del Premio Biophilia ha ampliado el perímetro conceptual del galardón, al incluir de manera expresa y preferente aportaciones que contribuyan a repensar la relación de los humanos con la naturaleza desde las humanidades y las ciencias sociales.

Jurado

El jurado de esta edición ha estado presidido por Silvia Churruca, Directora de Comunicación y Relaciones Institucionales de la Fundación BBVA, y ha contado como vocales con Pilar Andrade Boué, profesora titular de Lenguas Románicas (Sección de Francés) en la Universidad Complutense de Madrid; Rodolfo Dirzo, Titular de la Cátedra Bing de Ciencias Ambientales y Senior Fellow en el Stanford Woods Institute for the Environment de la Universidad de Stanford (EEUU); Pablo Jáuregui, Director de Comunicación Científica y Medioambiental de la Fundación BBVA; Richard Kerridge, Coordinador de Estudios de Posgrado y Gestión de la Investigación en la Escuela de Escritura, Edición y Humanidades de la Universidad de Bath Spa (Reino Unido); María Isabel Pérez Ramos, investigadora Ramón y Cajal en Filología Inglesa, Francesa y Alemana en la Universidad de Oviedo.