V Edición del Premio Biophilia de Comunicación Medioambiental
La Fundación BBVA premia a ‘Mongabay’ por crear una plataforma de periodismo ambiental con una red global de reporteros que trabajan sobre el terreno en las regiones con la biodiversidad más rica y amenazada del planeta
El medio digital Mongabay ha sido galardonado con el V Premio Biophilia de Comunicación Medioambiental de la Fundación BBVA “por su destacada trayectoria en la comunicación sobre la conservación de la naturaleza y la biodiversidad, especialmente en los países del Sur Global, a través de la contribución de más de 800 periodistas, científicos y colaboradores en más de 80 países y en 6 idiomas”, según destaca el jurado.
18 octubre, 2023
Fundado en 1999 por el periodista estadounidense Rhett A. Butler, que en la actualidad es su director ejecutivo, esta web de información ambiental sin ánimo de lucro publica sus artículos y reportajes en inglés, español, francés, portugués, hindi e indonesio, con un foco especial en las regiones tropicales del planeta particularmente ricas en biodiversidad de Asia y Latinoamérica. A lo largo de su trayectoria de más de dos décadas, Mongabay ha abierto sedes en Indonesia, India, Brasil y Perú, y próximamente se inaugurará su primera redacción en África.
“Nos centramos en las áreas donde podemos tener un impacto elevado. Los trópicos son los lugares más ricos en biodiversidad y también los más amenazados, así que son los que tienen más que perder”, ha explicado Butler, en una entrevista concedida poco después de conocer el fallo del galardón.
El jurado ha resaltado que Mongabay “logra establecer la conexión entre ciencia y periodismo mediante la divulgación de investigaciones sobre la protección del medio ambiente con la difusión de estudios con criterios de máxima accesibilidad”, una fórmula que ha permitido “dar a conocer situaciones concretas o problemas ambientales graves que sufren las comunidades habitualmente postergadas por las corrientes informativas convencionales”.
El Premio Biophilia, dotado con 100.000 euros, fue creado en 2019 por la Fundación BBVA para reconocer la labor de profesionales y organizaciones de cualquier lugar del planeta que contribuyen de manera excepcional a mejorar la comprensión y sensibilización pública de los retos ambientales.
La relevancia cada vez mayor del periodismo ambiental
El fundador y director ejecutivo de Mongabay considera que el papel del periodismo ambiental es cada vez más relevante para la vida de las personas, porque ya no se trata sólo de prever posibles escenarios futuros, sino de que “todos estamos experimentando de primera mano los efectos del cambio climático, la contaminación o la pérdida de hábitats”.
Por ello, para Butler es fundamental que hoy “el periodismo ambiental ponga estos impactos en un contexto que explique sus causas” a través de narrativas accesibles que transmitan la evidencia científica. “Somos un servicio de traducción que permite conectar los datos recopilados por los científicos con lo que la gente ya está observando con sus propios ojos”, resalta. “Esto es muy valioso para informar al público y puede llevar a cambios en su comportamiento”.
“Nuestro trabajo no es hacer activismo”, precisa, “sino informar sobre lo que está ocurriendo sin decir a las personas lo que tienen que hacer. Pero puedes impulsar cambios al llamar la atención sobre problemas ambientales que pueden movilizar a los ciudadanos para presionar a sus representantes políticos”.
Un ecosistema informativo degradado por las ‘fake news’
Al mismo tiempo, sin embargo, los impactos cada vez más evidentes de la crisis ambiental coinciden con un momento que Butler define como “una degradación del ecosistema informativo, debido al fenómeno de las fake news y su expansión a través de las redes sociales, que lleva a las personas a no poder distinguir entre lo que es real o no”.
En las últimas décadas, Butler considera que la concienciación y sensibilidad de la sociedad sobre la crisis ambiental se ha expandido, y que “los periodistas han tenido un papel muy importante para lograr este objetivo”. Pero también admite que ahora se están produciendo retrocesos preocupantes debido a la creciente influencia de las redes sociales: “Las informaciones del periodismo convencional no están logrando el impacto que tenían en el pasado, así que hay mucha incertidumbre en la actualidad sobre la influencia que podemos conseguir.
En este escenario de creciente desinformación, Mongabay acredita siempre la solvencia de todos sus artículos, “proporcionando enlaces a las fuentes originales de nuestra información, para mostrar los datos científicos en los que basamos nuestros artículos, y así cualquier lector puede verificarlo”. La redacción del medio aplica “un riguroso proceso de ‘fact-checking’ para evitar convertirnos en parte del problema de la desinformación”, asegura Butler.
El reto de la polarización política y la desconfianza en la ciencia
Otro desafío complejo en el momento actual es el problema de la polarización política, que en palabras de Butler “lleva a la gente dejar de confiar en los científicos porque creen que esconden un sesgo o prejuicio ideológico”. En este escenario, señala, el reto al que se enfrentan los periodistas ambientales es que “las personas prefieren creer en lo que encaja con su visión del mundo, en vez de lo que muestran los hechos”.
Ante este desafío, Butler explica que el equipo de Mongabay procura enmarcar sus informaciones de manera que puedan resultar relevantes e interesantes incluso para lectores que habitualmente rechazan la información ambiental por motivos ideológicos: “Sabemos por estudios de opinión pública que las personas que se ubican a la derecha en el espectro político tienden a evitar las noticias sobre el cambio climático. Si quieres alcanzar a estos públicos, tienes que presentar esos temas con un marco que les sea relevante. Por ejemplo, poniendo el foco sobre el impacto económico de la degradación ambiental, las implicaciones para la salud y la seguridad, o la ciencia y la tecnología que pueda ayudar a resolver el problema”.
“Periodismo de soluciones” frente a narrativas apocalípticas
Otro de los grandes obstáculos a los que se enfrenta la comunicación ambiental, afirma Butler, son las “narrativas apocalípticas” que pueden llevar a la sociedad a la apatía, ante la sensación de que no se puede hacer nada para frenar una degradación ambiental inevitable. “Existe un claro riesgo de llevar a la gente a la desesperación, pero como ha reflejado un reciente estudio sobre consumo de medios del Instituto Reuters, hay un tipo de información que la gente no evita, y son las historias positivas que proponen soluciones”.
Desde esta óptica, Butler aboga desde Mongabay por un “periodismo de soluciones” que se centra en narrar cómo se pueden abordar y resolver los desafíos ambientales. “Un ejemplo”, explica, “ha sido presentar proyectos de conservación liderados por comunidades indígenas que estaban consiguiendo resultados sobre el terreno, y posteriormente recibieron fondos de instituciones como la ONU. También hemos puesto el foco sobre proyectos de agricultura regenerativa y sostenible en Indonesia que se han expandido después de la publicación de nuestros reportajes”.
En definitiva, Butler considera que, pese a la gravedad de la crisis ambiental, hay motivos para el optimismo y en este proceso el periodismo de calidad puede y debe desempeñar un papel crucial: “Es cierto que existen tipping points (puntos críticos de no retorno) ecológicos, que pueden llevar a la desaparición del Amazonas o a cambios en los ciclos de circulación oceánica que pueden tener efectos devastadores sobre el clima, pero también pueden existir tipping points para el cambio positivo, como la transición a las energías renovables y a vehículos eléctricos. La pregunta es si podremos lograr estos cambios a tiempo para resolver los enormes problemas a los que nos enfrentamos. Sinceramente desconozco la respuesta, pero tengo la esperanza de que el periodismo ambiental pueda desempeñar un papel clave para alcanzar estos tipping points positivos que preserven un planeta sano y productivo en el que podamos seguir viviendo”.
El nacimiento de una web para visibilizar el deterioro de la biodiversidad tropical
En 1999, recién salido de la universidad, Butler fundó Mongabay para dar visibilidad a la biodiversidad amenazada de la selva tropical que él conocía de primera mano. De niño, Butler viajó a Ecuador y entabló relación con una comunidad indígena que vivía en la selva amazónica. Meses después de su visita, le llegó la noticia de que se había producido un derrame de petróleo en la zona. “Eso fue lo que me llevó de ser una persona a la que simplemente le interesan los animales a ser una persona a la que importa el medio ambiente”, recuerda.
Pocos años más tarde, una experiencia similar en Borneo fue la segunda espuela que le movió a la acción. De adolescente, visitó aquella selva tropical, una de las zonas del mundo más ricas en biodiversidad, y a la vuelta siguió en contacto con los científicos locales. Sin embargo, más tarde descubrió que gran parte de aquella selva se había convertido en una explotación maderera y después en una plantación de aceite de palma. “Aquella destrucción me inspiró para tratar de visibilizar lo que le estaba ocurriendo a la selva tropical”, relata Butler.
Por ello, durante sus estudios universitarios escribió un libro sobre el deterioro ambiental de esta zona, pero la propuesta de publicación que recibió de la editorial – sin la posibilidad de incluir fotografías, por falta de presupuesto – no le pareció una manera adecuada de llamar la atención sobre la belleza de la selva tropical y concienciar al público sobre la importancia de salvarla. “Me di cuenta de que, más que por el dinero, escribía para conseguir impacto”, afirma, así que decidió publicar todo el contenido de manera gratuita en internet. Creó una página web y la llamó Mongabay, en homenaje a una isla cercana a Madagascar que había visitado durante sus años universitarios.
Recién graduado y tras comenzar su primer trabajo en una startup tecnológica, Butler continuó publicando los artículos que escribía por las noches sobre los ecosistemas tropicales, las selvas y la fauna que las poblaba. En un principio, la página se sostenía gracias a la publicidad y, a medida que fueron creciendo los ingresos, Butler pudo dejar su puesto en la empresa donde trabajaba para dedicarse en exclusiva a Mongabay.
Una red de periodistas locales con amplio impacto internacional
A lo largo de su primera década de vida, el proyecto fue creciendo e incorporando a más personal hasta que, en 2012, se convirtió en una entidad sin ánimo de lucro financiada por donaciones individuales, gobiernos y fundaciones que apoyan su misión de comunicar el actual reto medioambiental y de conservación. Al mismo tiempo, la organización decidió publicar todo su contenido bajo licencia Creative Commons, de forma que otros medios pudieran republicar sus reportajes de manera gratuita. Gracias a esta iniciativa, los artículos de Mongabay comenzaron a aparecer con regularidad en medios internacionales de referencia como el diario británico The Guardian (Premio Biophilia de Comunicación Medioambiental 2020) o la revista de divulgación científica Scientific American. Además, sus reporteros empezaron a convertirse en fuentes habituales para las principales agencias internacionales de noticias y otros grandes medios como la BBC y la CNN.
“Lo que realmente nos llevó un paso más allá fue forjar una red de reporteros locales que trabajan en la primera línea del deterioro de la naturaleza”, expone Butler. Narrar sus experiencias directas en los idiomas de aquellas regiones y situarlas en un contexto más amplio fue decisivo para establecerse como referencia precisamente en las regiones protagonistas de sus reportajes, a través de republicaciones en medios locales como Africa Geographic y Asia Sentinel.
Para Butler, la clave del éxito de Mongabay ha sido este enfoque “desde abajo”, en el que los reporteros locales pueden ganarse la confianza de las comunidades afectadas por la crisis de la biodiversidad de manera mucho más natural que una persona externa. De hecho, el periodista sostiene que, en la última década, se tiende más a reconocer el importante papel que juegan las comunidades indígenas a la hora de obtener resultados en materia de conservación. “Las comunidades locales tienen un enorme interés en mantener sus ecosistemas sanos y productivos, y algunos de los ecosistemas más ricos en biodiversidad están en tierras indígenas”, afirma.
Impactos reales para proteger la naturaleza
Además de alcanzar un público masivo de cinco millones de personas cada mes a través de su web y redes sociales, los reportajes de Mongabay han motivado acciones concretas para favorecer la conservación de diversos ecosistemas. A modo de ejemplo, Butler resalta cómo en 2021, un reportero gabonés escribió un artículo sobre un bosque ancestral, preservado durante generaciones gracias al trabajo de las comunidades locales, pero que estaba a punto de convertirse en una explotación maderera por parte de una empresa china que había obtenido la licencia para llevar a cabo la tala. El artículo de Mongabay llamó la atención del ministro de medioambiente de Gabón que, después de pasar dos días enteros visitando la zona, revocó la licencia y reconoció la zona como área prioritaria de conservación.
En otra ocasión, un reportero de la organización destapó un acuerdo secreto de compensación de emisiones de carbono en Malasia que acabó por anularlo. El acuerdo consistía en la protección de una región de más de dos millones de hectáreas en el estado malasio de Saba durante 100 años en los que no se podría emplear para minería, tala ni agricultura industrial. Esta protección se establecería a cambio de créditos de carbono.
Sin embargo, los promotores del acuerdo no habían consultado a las comunidades indígenas que vivían en esta región, y que podrían perder el acceso a aquellas tierras que habían empleado de manera sostenible durante generaciones. El artículo se publicó a las puertas de la Cumbre del Clima COP26, celebrada en 2021, y tuvo la influencia suficiente como para que el pacto se pospusiera indefinidamente. “La prensa malasia probablemente no habría sacado a la luz este caso pero, gracias al artículo de Mongabay, los medios locales pudieron citarlo y ampliar la información”, destaca Butler.
La organización logra impactos como estos gracias a una comunicación eficaz sobre el terreno, pero también a través de la investigación original que realizan. Los datos que recogen durante sus investigaciones, que llegan a durar años, se difunden en abierto para que cualquier persona pueda analizarlos y emplearlos. En una ocasión, descubrieron que una de las empresas pesqueras más grandes de China atrapaba tiburones para cortarles las aletas, una práctica ilegal y muy perjudicial para las labores de conservación de estos animales. La información que recopilaron fue clave para que las autoridades estadounidenses sancionaran a la empresa. “Este es el tipo de impacto que buscamos cuando realizamos nuestros reportajes”, resalta Butler.
Sobre la Fundación BBVA y el Premio Biophilia
Desde hace dos décadas, la protección de nuestro planeta ha sido un área de actuación prioritaria para la Fundación BBVA, a través del apoyo a la investigación científica, a proyectos de conservación de especies, hábitats y ecosistemas, el fomento de la cultura medioambiental del público y el reconocimiento de los profesionales de la comunicación que contribuyen de manera decisiva a la comprensión y el compromiso individual y colectivo de los desafíos ecológicos de nuestro tiempo.
En 2004 nacieron los Premios Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad, que reconocen actuaciones en defensa de la naturaleza en España y a escala mundial, así como la comunicación y sensibilización medioambiental.
Los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, creados en 2008, reconocen la excelencia científica en dos categorías medioambientales –Cambio Climático y Ecología y Biología de la Conservación–, en pie de igualdad con las seis restantes áreas de estos galardones internacionales: las ciencias básicas, la biomedicina, las tecnologías de la información, la economía, las humanidades y las ciencias sociales. En las 15 ediciones celebradas desde su nacimiento, alrededor de unos 50 de los más destacados ecólogos, biólogos de la conservación, economistas y científicos del clima han recibido el Premio Fronteras del Conocimiento, junto a investigadores del mayor calibre de otras áreas.
Desde el convencimiento de que el abordaje efectivo de los desafíos ambientales requiere de la diseminación de la información y la concienciación ecológica a escala global, y que a su vez descansa en una comunicación contrastada y atractiva acerca del medio ambiente, en 2019 la Fundación BBVA creó el Premio Biophilia de Comunicación Medioambiental. Dotado con 100.000 euros y de periodicidad anual, reconoce la labor de profesionales y organizaciones de cualquier lugar del planeta que, enlazando con el mejor conocimiento y evidencia, contribuyan de manera excepcional a mejorar la visibilidad y la comprensión pública de los retos medioambientales.
El nombre del galardón alude a la “hipótesis de la Biophilia” propuesta por el naturalista Edward O. Wilson (Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación 2010), que quiere denotar la profunda conexión que los seres humanos sienten de manera instintiva con la naturaleza y todas las formas de vida.
En sus primeras cuatro ediciones, el Premio Biophilia se otorgó al periodista Matt McGrath, corresponsal ambiental de la BBC; al periódico The Guardian, por su cobertura de temas, debates y noticias medioambientales; Marlowe Hood, corresponsal ambiental de la agencia France Presse; y Elizabeth Kolbert, periodista de The New Yorker y autora de La sexta extinción.
Jurado
El jurado de esta edición ha estado presidido por Miguel B. Araújo, profesor de Investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales, CSIC, y ha contado como vocales con: Alberto Aguirre de Cárcer, director editorial, diario La Verdad; Rosa Basteiro, redactora especializada en Ciencia y Medio Ambiente, Radio Nacional de España; Antonio Cerrillo, redactor de Medio Ambiente, La Vanguardia; Patricia Fernández de Lis, redactora jefa de Ciencia, Salud y Tecnología y directora de Materia, sección de Ciencia, El País; Teresa Guerrero, responsable de la sección de Ciencia, El Mundo; Pedro Jordano, profesor de Investigación, Grupo de Ecología Integrativa, Estación Biológica de Doñana, CSIC. Laura Poderoso, subdirectora de la Fundación BBVA, ha actuado como secretaria técnica.