Ceremonia y conferencia de la IV edición del galardón de la Fundación BBVA

Elizabeth Kolbert alerta sobre los desafíos de un planeta transformado por el ser humano en la ‘era del Antropoceno’ al recibir el Premio Biophilia de Comunicación Medioambiental

La periodista estadounidense Elizabeth Kolbert ha alertado sobre los desafíos que debe afrontar hoy la humanidad en un planeta profundamente transformado por la actividad de nuestra especie, durante la ceremonia de entrega del IV Premio Biophilia de Comunicación Medioambiental. Tras recibir este galardón en la Fundación BBVA, la reportera ambiental de la revista The New Yorker ha pronunciado una conferencia titulada El hombre en el Antropoceno, que ha puesto el foco sobre los riesgos de una nueva era geológica marcada por el impacto del Homo sapiens en la Tierra. “Los humanos dominan hoy el planeta y están determinando su futuro”, ha advertido Kolbert, “pero eso no significa que controlemos los cambios que estamos provocando; al contrario, cuanto más controlamos la naturaleza, menos control real tenemos sobre ella”. El Antropoceno, en palabras de la periodista galardonada, es “un momento extraordinario” que “quedará inscrito para siempre en el registro geológico y tendrá consecuencias enormes tanto para nosotros como para las millones de otras especies con las que compartimos la Tierra”.

31 marzo, 2023

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Elizabeth Kolbert

Conferencia: 'El hombre en el Antropoceno

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Previamente, en el discurso de apertura al inicio de la ceremonia, el director de la Fundación BBVA, Rafael Pardo, ha señalado que “la evidencia aportada por las ciencias del medio ambiente documentan que, con la excepción de algunos avances locales, la trayectoria agregada de nuestra interacción con el Planeta en este primer segmento del siglo XXI presenta un balance más que preocupante, especialmente en los frentes de la pérdida acelerada de biodiversidad y del cambio climático, cuyos efectos son perceptibles ya no solo con las herramientas analíticas de la ciencia, sino con la mera observación macroscópica de la vida cotidiana al alcance de todos”.

En este contexto, el director de la Fundación BBVA ha señalado que “los trabajos de la comunidad científica son fundamentales y están en la base del cambio de mentalidad o sistema de coordenadas de gran parte de la población. Pero no son suficientes. Las noticias fragmentarias y cambiantes propias de la ciencia precisan ser integradas en un tapiz o en una estructura más abarcante, capaz de señalizar objetos merecedores de atención, integrando explicaciones y evidencia empírica con valores estéticos y morales, con sentimientos de empatía y emociones, con objetivos de cambio de modelo de hacer las cosas. En última instancia, son estas narrativas, que tienen que asegurar en todo caso su compatibilidad con la ciencia, las que operan como el GPS de la población para moverse en la vida cotidiana como consumidores, trabajadores y ciudadanos. Son narrativas que permiten ver el sentido de lo que está ocurriendo a la vida en todas sus formas en el Planeta Tierra y que contrarrestan otras narrativas legitimadoras de la inacción y la falta de compromiso decidido, como las negacionistas, las minimizadoras de ‘sí, es un problema, pero de magnitud inferior a muchos otros’ más urgentes, y las tecnocientificistas que confían todo a soluciones tecnológicas. Narrativas que permiten también sobreponerse al abatimiento o el desánimo frente a la magnitud del reto medioambiental y a las inercias de un modo de vida que ha ido tomando forma en instituciones, estructuras físicas, rutinas y expectativas modeladas en al menos los últimos 150 años, un periodo en el que la visión y conocimiento de la naturaleza eran bien distintos a los del presente”.

“Elizabeth Kolbert, es la autora de algunas de las más potentes narrativas disponibles hoy acerca de las complejas relaciones de los humanos con el medio ambiente y su significado para el mantenimiento de la vida en la Tierra. Sus obras son hoy parte central del repertorio conceptual a disposición de todos para entender y actuar de manera fundamentada e inspiradora en nuestra interacción con el medio ambiente sostenedor de la vida. Pocas contribuciones ejemplifican de manera tan acabada el espíritu del Premio Biophilia”, ha concluido Rafael Pardo.

Un referente del periodismo medioambiental a escala global

A lo largo de las últimas dos décadas, Kolbert (Nueva York, 1961) se ha convertido en “una de las periodistas ambientales más destacadas e influyentes de su generación”, en palabras del jurado que le ha concedido el IV Premio Biophilia, tanto por los reportajes “de excepcional calidad” que ha publicado, principalmente en The New Yorker, como por sus libros divulgativos de amplio impacto internacional sobre la crisis global del medio ambiente. En particular, el jurado destaca La Sexta Extinción, publicado en 2014 y ganador del Pulitzer, que “documenta en profundidad la galopante pérdida de especies que está padeciendo el planeta” y “es una obra de referencia internacional” que se ha traducido a más de 20 idiomas.

“La robusta solvencia científica y la excelencia literaria de su trabajo”, concluye el acta del IV Premio Biophilia, “ejemplifican cómo el periodismo especializado puede contribuir de manera fundamental tanto a difundir el mejor conocimiento sobre los grandes retos ambientales como a concienciar y sensibilizar a la sociedad sobre la necesidad de actuar para afrontarlos”.

El Premio Biophilia, dotado con 100.000 euros, fue creado en 2019 por la Fundación BBVA para reconocer la labor de profesionales y organizaciones de cualquier lugar del planeta que contribuyen de manera excepcional a mejorar la comprensión y sensibilización pública de los retos ambientales.

Una nueva era geológica en la que la humanidad es la fuerza dominante del planeta

Kolbert ha recordado en su conferencia cómo Paul Crutzen – el químico holandés galardonado con el Premio Nobel por sus trabajos sobre las sustancias químicas que destruyen la capa de ozono– acuñó en el año 2000 el concepto del Antropoceno para referirse a una nueva era geológica en la que “la humanidad es la fuerza dominante del planeta”. La evidencia del Antropoceno está “en todas partes”, según ha explicado la periodista galardonada, ya que nuestra especie “ha transformado directamente más de la mitad de la superficie terrestre libre de hielo —unos 70 millones de kilómetros cuadrados— y probablemente hemos transformado indirectamente la mitad restante; hemos represado o desviado la mayoría de los grandes ríos del mundo; y estamos transformando el clima, lo que, a su vez, está derritiendo las capas de hielo del planeta, alterando sus costas”, entre muchos otros impactos de gran calado documentados por la comunidad científica.

Lo que caracteriza al Antropoceno es que ya “nadie puede ir a ningún lugar donde no vaya a encontrarse con pruebas de la actividad humana”. A modo de ejemplo, Kolbert ha relatado el caso de un equipo de investigadores japoneses que descendió al fondo de la fosa de las Marianas, en el Pacífico occidental, e incluso en ese recóndito rincón del planeta encontraron residuos de plástico a más de 10.000 metros de profundidad.

Las consecuencias de esta nueva era geológica dominada por la huella de nuestra especie han sido la cuestión central a la que Kolbert ha dedicado los últimos 20 años de su trayectoria profesional, viajando desde “la cima de la capa de hielo de Groenlandia y al extremo sur de la Gran Barrera de Coral, al desierto de Mojave y a la selva amazónica”, y entrevistando “a decenas de científicos que investigan el impacto del hombre en el planeta”, incluyendo a geógrafos y glaciólogos, oceanógrafos y ornitólogos, biólogos conservacionistas y modelizadores climáticos.

Pese a que con frecuencia el público general cree que los medios de comunicación sobredimensionan o exageran los peligros de la crisis ambiental “para excitar a su audiencia, vender libros y generar clics”, Kolbert considera que, en realidad, tanto los periodistas, como los científicos a los que habitualmente recurren como fuentes de sus informaciones, “tienden a subestimar los cambios extraordinarios que ya están teniendo lugar”.

Tras dos décadas hablando con los mejores expertos mundiales en la comunidad científica que investigan los impactos del Antropoceno, el mensaje fundamental que Kolbert quiere transmitir a la sociedad es que la transformación del planeta provocada por el ser humano “no tiene precedentes en los 3.000 millones de años de la historia de la vida en la Tierra” y es algo “tremendamente importante pero también aterrador”.

Especies invasoras y tecnologías de alto riesgo: dos fábulas del Antropoceno

Para ilustrar las implicaciones de esta nueva era geológica para el futuro de la humanidad, en su conferencia Kolbert ha contado dos “fábulas del Antropoceno”, es decir, “historias que apuntan más allá de sí mismas hacia significados más amplios”.

En primer lugar, se ha referido al caso de una especie invasora, el sapo de caña (Rhinella marina), originaria de América Central y del Sur, que ha provocado “un desastre ecológico” en Australia. Tras importarlo con el objetivo de combatir los insectos que asolaban las plantaciones de azúcar, múltiples especies autóctonas de la fauna australiana – lagartijas, serpientes y marsupiales – se han visto gravemente afectadas por la invasión de este sapo venenoso, que les provoca la muerte cuando se lo comen. Las autoridades del país han aplicado toda clase de métodos para intentar acabar con esta plaga, incluyendo la creación de sapos menos tóxicos a través de la ingeniería genética, pero hasta ahora todas las estrategias han fracasado. “Los humanos importamos a los sapos, y ahora no sabemos cómo acabar con ellos. Este es un típico resultado del Antropoceno. A los humanos se les da muy bien alterar la naturaleza, pero se les da mucho peor anticipar las consecuencias”.

En segundo lugar, Kolbert también ha relatado el caso del Proyecto Orca, un conjunto de máquinas instaladas en Islandia para intentar reducir el nivel excesivo del principal gas de efecto invernadero que está provocando el cambio climático. Debido a la quema de combustibles fósiles iniciada por nuestra especie desde la invención de la máquina de vapor que impulsó la Revolución Industrial, “los niveles de CO2 presentes en el aire hoy son más elevados que en cualquier momento de los últimos tres millones y medio de años, es decir, desde mucho antes de la evolución al humano moderno; y esos niveles siguen subiendo”. Para afrontar este monumental desafío, el objetivo de Orca es “intentar revertir este proceso histórico: se trata de recoger el CO2 que hemos puesto en el aire y devolverlo bajo tierra”.

Una vez más, para Kolbert esta segunda “fábula del Antropoceno” es otro ejemplo claro de una actividad humana con consecuencias imprevistas e indeseadas: “Ambos casos son intentos de cambiar el mundo que acabaron transformándolo de una manera totalmente diferente. Son historias de personas intentando realizar cambios para contrarrestar los efectos inesperados de los cambios iniciales. En el Antropoceno, lo humano y lo natural son esferas entrelazadas que ya no se pueden desenredar”.

Biografía de una reportera en primera línea de la crisis ambiental

Durante la primera etapa de su carrera profesional en The New York Times (1984-1999), Kolbert se ocupaba fundamentalmente de cubrir temas de información política. Fue en 2001, tras incorporarse al equipo de reporteros de la revista The New Yorker, cuando empezó a interesarse por el cambio climático. “El presidente George W. Bush había decidido retirarse del Protocolo de Kioto, y se me ocurrió la idea, bastante extravagante en aquella época, de realizar una serie de reportajes para analizar en profundidad si el cambio climático realmente era un problema que debía preocuparnos a todos”, recuerda.

Con este objetivo en mente viajó a Groenlandia, una experiencia que marcó su vida profesional para siempre, y le impulsó a dedicarse al periodismo ambiental. Allí acompañó a un equipo de científicos daneses que estaban investigando el deshielo desencadenado por el calentamiento global, y le explicaron que este proceso, provocado por la acción del ser humano, era “una cuestión de pura física, que no se podía cuestionar”. Esta expedición a una región del planeta donde empezaba a percibirse el impacto del cambio climático le convenció de que “si esto era así, y lo estaban verificando fuentes científicas acreditadas, la gente lo tenía que saber”.

Aquella primera serie de reportajes –para los que visitó otros territorios cuyas poblaciones empezaban a percibir el impacto del calentamiento, como Islandia y Alaska– dieron forma a su primer libro: Apuntes de campo desde una catástrofe (2006). Una obra que concluía con la siguiente reflexión: “Parece imposible imaginar que una sociedad tecnológicamente avanzada podría optar, en esencia, por destruirse a sí misma, pero esto es justamente lo que estamos haciendo ahora mismo”.

En su segundo libro, La sexta extinción (2014), Kolbert alertó de que hoy nos estamos encaminando a una hecatombe similar a la que hace 65 millones de años provocó la desaparición de los dinosaurios y el 80% de las especies terrestres, con la diferencia de que “esta vez el meteorito somos nosotros”.

Para escribir esta obra, Kolbert entrevistó, y en muchos casos acompañó sobre el terreno, a algunos de los mejores expertos mundiales que estaban documentando la pérdida de biodiversidad en el planeta: botánicos dedicados a analizar procesos de deforestación y la fragmentación de hábitats en el Amazonas, biólogos marinos centrados en estudiar la degradación de la Gran Barrera de Coral, ecólogos que estaban comprobando el acorralamiento de toda clase de especies, desde la rana dorada de Panamá hasta el rinoceronte de Sumatra.

“Un tercio de los corales constructores de arrecifes, un tercio de todos los moluscos de agua dulce, un tercio de los tiburones y las rayas, una cuarta parte de los mamíferos, una quinta parte de los reptiles y una sexta parte de las aves se encaminan al olvido”, relató Kolbert en esta crónica sobre la devastación de la biodiversidad.

En su último libro, Bajo un cielo blanco, que se publicó en 2021 y ya se ha traducido a más de una docena de idiomas, Kolbert presenta un detallado repaso de las soluciones tecnológicas más punteras (y también algunas de las más extravagantes) que se están explorando para afrontar la actual crisis medioambiental y detener el impacto destructivo del ser humano sobre la naturaleza.

El título del libro se refiere al cambio en el color del cielo que se produciría si se llevara a cabo una de las propuestas de la llamada “geoingeniería solar”: el lanzamiento de partículas de diamante a la estratosfera para reflejar la luz solar y enfriar el clima terrestre. De nuevo, Kolbert viajó por medio mundo para observar sobre el terreno y realizar entrevistas a los investigadores que están desarrollando algunas de estas ambiciosas tecnologías, desde la inyección de CO2 extraído de la atmósfera en rocas volcánicas para convertirlo en piedra, hasta la aplicación de métodos de ingeniería genética para recuperar especies extintas.

Sin embargo, lejos de abrazar el “tecno-optimismo” como si fuera una varita mágica que nos salvará de la degradación medioambiental, Kolbert –de nuevo tras consultar a las mejores fuentes científicas– advierte sobre las posibles consecuencias imprevisibles de este tipo de soluciones. “Un tema central del libro”, explica, “es que hemos intervenido muchas veces en la naturaleza, a veces a propósito, otras veces involuntariamente, y esto ha tenido muchos efectos secundarios que no habíamos anticipado, así que esto nos obliga a la prudencia antes de intentar implementar este tipo de tecnologías, sobre todo al llevarlas a gran escala, lo cual incremente el riesgo”.

Por todo ello, para Kolbert el papel del periodismo ambiental ante los desafíos de la era del Antropoceno es crucial: “Hay historias que definen nuestro tiempo, y el impacto de la especie humana sobre el planeta Tierra es hoy esa historia que debemos contar. Tenemos que comprender los problemas a los que nos enfrentamos, y su escala. Una ciudadanía bien informada es la mejor apuesta para resolver nuestros problemas”.

Sobre la Fundación BBVA y el Premio Biophilia

Desde hace dos décadas, la protección de nuestro planeta ha sido un área de actuación prioritaria para la Fundación BBVA, a través del apoyo a la investigación científica, a proyectos de conservación de especies, hábitats y ecosistemas, el fomento de la cultura medioambiental del público y el reconocimiento de los profesionales de la comunicación que contribuyen de manera decisiva a la comprensión y el compromiso individual y colectivo de los desafíos ecológicos de nuestro tiempo.

En 2004 nacieron los Premios Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad, que reconocen actuaciones en defensa de la naturaleza en España y a escala mundial, así como la comunicación y sensibilización medioambiental.

Los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento, creados en 2008, reconocen la excelencia científica en dos categorías medioambientales –Cambio Climático y Ecología y Biología de la Conservación–, en pie de igualdad con las seis restantes áreas de estos galardones internacionales: las ciencias básicas, la biomedicina, las tecnologías de la información, la economía, las humanidades y las ciencias sociales. En las 14 ediciones celebradas desde su nacimiento, alrededor de unos 40 de los más destacados ecólogos, biólogos de la conservación, economistas y científicos del clima han recibido el Premio Fronteras del Conocimiento, junto a investigadores del mayor calibre de otras áreas.

Desde el convencimiento de que el abordaje efectivo de los desafíos ambientales requiere de la diseminación de la información y la concienciación ecológica a escala global, y que a su vez descansa en una comunicación contrastada y atractiva acerca del medio ambiente, en 2019  la Fundación BBVA creó el Premio Biophilia de Comunicación Medioambiental. Dotado con 100.000 euros y de periodicidad anual, reconoce la labor de profesionales y organizaciones de cualquier lugar del planeta que, enlazando con el mejor conocimiento y evidencia, contribuyan de manera excepcional a mejorar la visibilidad y la comprensión pública de los retos medioambientales. El nombre del galardón alude a la “hipótesis de la Biophilia” propuesta por el naturalista Edward O. Wilson (Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Ecología y Biología de la Conservación 2010), que quiere denotar la profunda conexión que los seres humanos sienten de manera instintiva con la naturaleza y todas las formas de vida.

En sus primeras tres ediciones, el Premio Biophilia se otorgó al periodista Matt McGrath, corresponsal ambiental de la BBC; al periódico The Guardian, por su cobertura de temas, debates y noticias medioambientales; y a Marlowe Hood, corresponsal ambiental de la agencia France Presse.

Jurado

El jurado de esta edición ha estado presidido por Miguel B. Araújo, profesor de Investigación del Museo Nacional de Ciencias Naturales, CSIC, y ha contado como vocales con: Araceli Acosta, periodista especializada en Medio Ambiente; Alberto Aguirre de Cárcer, director editorial del  diario La Verdad de Murcia; Clemente Álvarez, coordinador, sección digital de Clima y Medio Ambiente de El País; Antonio Cerrillo, redactor de Medio Ambiente de La Vanguardia; Carlos Fresneda, corresponsal de El Mundo en Londres; Pablo Jáuregui, director de Comunicación Científica y Medioambiental de la Fundación BBVA; Arturo Larena, director de Medio Ambiente y Ciencia en @EFEnoticias y de EFE Verde, plataforma global de periodismo ambiental de la agencia EFE.