BIOGRAFÍA
Ursula K. Heise es titular de la Cátedra Marcia H. Howard de Estudios Literarios en el Departamento de Literatura Inglesa y el Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Anteriormente fue profesora titular de Literatura Inglesa y Comparada en la Universidad de Columbia (1999-2004), además de profesora titular y catedrática de Literatura Inglesa y Comparada en la Universidad de Stanford (2004-2012). También fue Guggenheim fellow (2011-2012) y ocupó el cargo de presidenta de la Asociación para el Estudio de la Literatura y el Medio Ambiente (ASLE) en 2011. Ha sido asimismo profesora visitante en numerosas universidades, y de hecho en la actualidad ocupa la Cátedra International Francqui en la Universidad de Gante (Bélgica).
Entre sus libros se encuentran Chronoschisms: Time, narrative, and postmodernism (Cambridge University Press, 1997), Sense of place and sense of planet: The environmental imagination of the global (Oxford University Press, 2008), Nach der Natur: Das Artensterben und die moderne Kultur (Suhrkamp, 2010) e Imagining extinction: The cultural meanings of endangered species (University of Chicago Press, 2016).
CONTRIBUCIÓN
«Los procesos, los riesgos y las crisis del medio ambiente no son únicamente cuestiones de ciencia y tecnología, sino que tienen que ver con la sociedad, la cultura, la historia y los valores ». Así define la profesora Ursula Heise la «idea central» de las humanidades ambientales, el campo multidisciplinar que ella ha impulsado a escala global a lo largo de las últimas dos décadas. La catedrática de Estudios Literarios de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) ha sido galardonado con el VI Premio Biophilia por explorar, «a través de su investigación pionera, las variadas formas que adoptan el pensamiento, la narrativa y el activismo medioambientales en distintas regiones del mundo», en palabras del jurado.
Para comprender la aportación fundamental de las humanidades frente a la crisis ambiental, explica Heise, debemos tener en cuenta que fenómenos como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, la deforestación o la erosión del suelo «se perciben de manera muy diferente cuando se tienen en cuenta los diferentes idiomas, las diferentes memorias históricas y los diversos marcos de comprensión de cada sociedad». Por ello, apunta, «no podemos abordar la crisis ambiental si no la analizamos como un problema social, cultural y de valores».
A lo largo de su trayectoria académica, Heise se ha dedicado a explorar cómo las diferentes tradiciones de pensamiento sobre la naturaleza en distintas lenguas y culturas influyen en las maneras de interpretar los desafíos del medio ambiente. Se trata de una innovadora línea de investigación humanística que ella considera absolutamente imprescindible en un momento en el que el futuro de la vida en el planeta está en juego: «Si queremos comunicar con éxito sobre la crisis medioambiental y formar alianzas con gente de todo el mundo para combatir la pérdida de biodiversidad, el cambio climático o la acidificación de los océanos, realmente necesitamos entender estas diferencias culturales».
Heise recuerda que ella no se educó en un entorno «especialmente ecologista» durante su infancia y juventud en Alemania, ya que su familia «no estaba muy orientada a la naturaleza». Su pasión era la literatura y, tras licenciarse en Filología Francesa y Española por la Universidad de Colonia y doctorarse en Literatura Inglesa y Estadounidense por la Universidad de Stanford, obtuvo un puesto como profesora de Literatura Inglesa y Comparada en la Universidad de Columbia a principios de los años 90. Fue en aquellos años cuando tomó una decisión que acabó teniendo un enorme impacto en su vida personal e intelectual: «En 1995 compré un loro en una tienda, algo de lo que hoy me avergüenzo, porque no creo que se deban comprar ni vender animales. Era una hembra que llamé Michiko, increíblemente vivaz e inteligente, que cambió por completo mi manera de pensar sobre las aves y despertó en mí una gran fascinación por estos animales. Poco después me uní a un grupo de observación ornitológica en Central Park, donde un grupo de amantes de los pájaros íbamos a identificar las aves migratorias que llegaban hasta las zonas verdes de Nueva York. Aquella experiencia desencadenó una verdadera transformación intelectual y personal, por la que empecé a interesarme por el ecologismo y la conservación».
A partir de entonces, Heise cambió el foco de su investigación —centrada hasta entonces en el impacto del posmodernismo en la literatura, la arquitectura y las artes— hacia las humanidades ambientales, un campo en el que, en palabras del jurado, se ha convertido en una «líder global».
En su libro Sense of place, sense of planet (‘Sentido del lugar, sentido del planeta’, 2008), Heise propuso el concepto de «ecocosmopolitismo» para defender una ética medioambiental que combinase el compromiso con la protección de la naturaleza a escala local con una conciencia de la interconexión de todas las especies y ecosistemas a escala global. Desarrollando el eslogan «Piensa globalmente, actúa localmente», propuesto por el biólogo y humanista René Dubos a principios de los años 70, Heise argumentó que, en el mundo globalmente conectado del siglo XXI, la ética medioambiental necesariamente tiene que basarse en un zoom de lo local a lo global, y viceversa: «No basta con tener una conciencia y un compromiso a escala local, porque eso solo significa que tu basura puede llevarse a otro sitio o que tus industrias más contaminantes pueden estar ubicadas fuera del lugar idílico y hermoso donde vives, pero eso no ayudará al planeta en su conjunto. Por eso, una conciencia planetaria y un conocimiento de cómo las cosas están unidas y ecológicamente conectadas a escala global me parecen tan cruciales para una ética medioambiental como un compromiso con lo local».
humanidades ante este reto», explica Heise
El segundo hito en la obra de Heise destacado por el jurado es su innovador análisis del papel que desempeña la cultura en la conservación de la biodiversidad, o —tal y como lo define ella misma— «las historias que se cuentan sobre algunas especies que están en peligro y no sobre otras». En Imagining extinction: The cultural meanings of endangered species (‘Imaginando la extinción: los significados culturales de las especies amenazadas’, 2016), Heise pone el foco sobre «un patrón muy claro»: el hecho de que la mayoría de las especies que reciben atención no solo del público general y los medios de comunicación, sino de la propia comunidad científica, son animales vertebrados. «Los invertebrados reciben mucha menos atención, y sobre todo a las plantas se les hace muy poco caso». De hecho, para comprobar hasta dónde llega este sesgo cultural en la atención que reciben diferentes especies, Heise analizó la Lista Roja de Especies Amenazadas, un documento científico de referencia en el ámbito de la conservación de biodiversidad, elaborado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Así comprobó que mientras que se han estudiado las 11.000 especies de aves y las 5.700 especies de mamíferos que se conocen, solo se han analizado la mitad de las aproximadamente 34.000 especies de peces, y en el caso de las 31.000 especies de hongos, solo 43 han recibido atención por parte de los investigadores. Más allá de este análisis sobre los sesgos culturales en la conservación de la biodiversidad, en Imagining extinction Heise defiende también el concepto de la «justicia multiespecie», por el que se expande la consideración moral y legal de los miembros de una comunidad que son sujetos de derechos a todas las demás especies con las que los humanos comparten nuestro planeta.
Finalmente, el Premio Biophilia reconoce su sobresaliente contribución a la creación de una amplia red internacional de investigadores en el campo de las humanidades ambientales que ha trascendido la esfera angloamericana y europea, estableciendo múltiples conexiones en Asia y Latinoamérica. Este esfuerzo, según explica ella misma, ha estado motivado por la aplicación de una visión «ecocosmopolita» a su propia comunidad investigadora: «el interés de salir del ámbito eurocéntrico surgió por conocer las formas diversas en que se viven las crisis ambientales y cómo se piensa sobre ellas en las distintas culturas».
Gracias a su amplio dominio de idiomas —habla alemán, inglés, francés, español y japonés—, Heise ha impulsado múltiples publicaciones y traducciones de obras en el campo de las humanidades ambientales, así como la celebración de congresos, cursos y seminarios en países como Argentina, Australia, Japón, Corea del Sur y Vietnam.
Por todo ello, tal y como concluye el jurado, el trabajo de Heise ha demostrado «cómo las humanidades pueden y deben aunar fuerzas con las ciencias naturales, las ciencias sociales, la política, el derecho y las tecnologías digitales para aumentar nuestra capacidad de comprender y afrontar los grandes retos medioambientales de nuestro tiempo».