BIOGRAFÍA
José Luis Gallego (Barcelona, 1964) es en la actualidad el responsable del área de medio ambiente de El Confidencial y colaborador del programa Julia en la onda, en Onda Cero. El jurado le premia por una carrera de más de tres décadas en comunicación medioambiental. Ese periplo ha estado jalonado no solo por “la veracidad y el compromiso con los valores de la conservación de la naturaleza”, tal y como destaca el acta, sino por la singular variedad de medios y formatos por los que ha transitado: prensa escrita y televisión, radio y soportes digitales; diarios o programas generalistas y revistas especializadas; noticias, reportajes, documentales y columnas de opinión; y, adicionalmente, una treintena de libros.
En efecto, la carrera de este comunicador ambiental es un mosaico que incluye reportajes en revistas como Integral, National Geographic o GEO y en diarios como El Periódico de Catalunya y La Vanguardia, donde fundó, junto con Antoni Cerrillo y Joaquim Elcacho, el suplemento de medio ambiente Natural. En La Vanguardia comenzó también su faceta de columnista de opinión que más tarde desarrollaría en El País, El Periódico o eldiario.es. A finales de los años noventa inició una colaboración con Julia Otero en Onda Cero ininterrumpida hasta hoy, que simultanea con la dirección del área de medio ambiente de El Confidencial. Entretanto, ha publicado más de treinta libros y se ha prodigado en televisión en trabajos que incluyen desde colaborador fijo, durante once temporadas, de Els matins de TV3, hasta el de director, guionista y presentador de tres series de divulgación de la naturaleza: Naturalmente (TVE), Terra verda (TVE Catalunya) y Riu avall (TV3).
El norte al que no ha dejado de mirar su brújula ha sido “la pasión, inculcada desde niño por la labor de Félix Rodríguez de la Fuente, de observar, disfrutar y contar la naturaleza, con el propósito de convencer a la sociedad de la necesidad de conservarla, de colaborar todos en este empeño, porque solo se conserva lo que se estima”.
Gallego es un apasionado de los medios porque experimentó en primera persona su capacidad de modelar la sensibilidad hacia la naturaleza. “Yo soy uno de los chicos que quedaron troquelados por la figura de Félix Rodríguez de la Fuente. Nací un barrio obrero de Barcelona y salía del colegio corriendo para merendar en la cocina y oír La aventura de la vida, el programa que él hacía en Radio Nacional y en el que, sin guion ni efectos sonoros, simplemente con la voz y la palabra, nos llevaba de viaje a las estepas africanas o a las praderas heladas del Ártico”.
Considera que las claves del buen periodismo medioambiental “son las mismas que garantizan el rigor en cualquier otro ámbito: conocer, comprender, contrastar y contar. Hay gente que cuenta sin conocer, otros que conocen sin contrastar… La información ambiental exige seriedad, veracidad, rigor; y en ese sentido la aportación de la ciencia es fundamental. Casi todas mis fuentes son gente del mundo de la academia, porque eso te permite tener conocimiento. A la hora de contrastar, tienes que entrar en contacto con los grupos ambientalistas, con las instituciones… Y la comprensión pasa por el amor al oficio: todo buen periodista sabe que tiene que estar formándose constantemente. El periodismo ambiental requiere estar al cabo de la calle respecto a los grandes eventos y cuestiones como el cambio climático, la crisis de la biodiversidad, la contaminación del aire, la movilidad sostenible o la gestión de residuos. So materias que requieren investigar constantemente. Eso hace que la información ambiental sea especialmente comprometida desde el punto de vista del periodista, puesto que tienes que transmitir al lector, al oyente o al telespectador una información que le afecta: aunque él no lo sepa, le afecta”.
Gallego subraya que el principal reto que afronta su área es “llegar a las nuevas generaciones, que parece que comunican: no nos cogen el móvil, y la llamada es urgente. Divulgadores y periodistas ambientales tenemos un borrón en el boletín de notas, y es que no estamos llegando a las nuevas generaciones, que adquieren la información por sus propios circuitos y canales, que no siempre transmiten una información veraz y en la que a veces se mezclan intereses de variado signo”. Se trata de personas en las que pesa lo que el galardonado denomina “el hastío, la ecofatiga, y por eso salen a la calle a manifestar su desazón o su rabia contra lo que está ocurriendo por ejemplo, la inacción climática. Me parece lícita la protesta, pero no podemos llegar a actos extremos como atentar contra el patrimonio cultural. Esas acciones generan un conflicto con la sociedad y no es tiempo de conflictos, sino de alianzas. Debemos llegar con nuestros contenidos a la gente joven para que entiendan que es infinitamente más positivo colaborar, hacer equipo para intentar mejorar esta situación”.
De hecho, este comunicador advierte de que, ante las noticias sobre el deterioro medioambiental, es preciso combatir el cansancio o la sensación de que no hay nada que hacer. “Recientemente, el informe Planeta Vivo de WWF mostraba que el 73 por ciento de las poblaciones de vertebrados están en caída libre, un dato muy inquietante porque la crisis de la biodiversidad es tan importante como la climática, y ambas se retroalimentan. ¿Cómo hacemos para transmitir este bioindicador tan grave de manera a la vez informativa y estimulante? Los medios debemos buscar esa frase mágica en el lector, el oyente o el telespectador, que es: ‘¿Y yo qué puedo hacer?’ Debemos proporcionar una información que sea incentivadora para que ese lector, en apariencia sujeto pasivo, se despierte y diga: ‘Muy bien, esto me ha llegado al alma; ahora bien, ¿y yo qué puedo hacer?’ Eso es lo importante”.
A esa implicación de la sociedad debe ir pareja, razona, la de los gobernantes. “Sin los políticos no vamos a avanzar en temas ambientales. Por eso es urgente que se den cuenta de lo que está pasando y actúen en consecuencia, que sean audaces” para evitar el fenómeno recurrente de que “se firmen acuerdos internacionales y luego se queden en agua de borrajas”.
Entre los hitos informativos que le ha tocado cubrir destaca “todos los que tienen que ver con la biodiversidad, porque yo soy un naturalista que se ha colado en los medios de comunicación”. Y evoca acciones de largo recorrido, “como la recuperación del lince ibérico, del que en 1992 tuve que contar que quedaban 92 ejemplares y hoy hay más de 2.000; lo que ha hecho la Fundación Oso Pardo, gracias a la cual hoy se ha pasado del riesgo de extinción a tener entre 400 y 500 plantígrados; o cómo la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos ha logrado que estas rapaces sean hoy una especie asentada con presencia en Picos de Europa, en Gredos, en Cazorla o en los Pirineos”. También rememora de manera especial “el accidente del Prestige, que tuve la ocasión de seguir al minuto desde TV3. Pasamos de dar la crónica de una catástrofe para el medio ambiente a narrar la crónica de un hecho social maravilloso: esa marea de voluntarios que acudió a las playas a sacar el chapapote de las rocas con sus manos, ignorando el riesgo para su salud —que conocimos más tarde— y con una vocación de ayuda y auxilio que genera esperanza. Al trasladar la urgencia y gravedad de lo que estaba ocurriendo, creo que los medios contribuimos a que esa respuesta se produjera”.
Cuando a José Luis Gallego se le pide que extraiga de su experiencia qué canal o formato conecta mejor con el público, no duda en citar sus dos ocupaciones principales actuales: “El periodismo digital es, sin duda, el futuro y trabajar en El Confidencial, con sus casi tres millones de visitantes diarios, me permite acercar el discurso del respeto a la naturaleza a lectores a los que antes no podía acceder. Pero el medio que marida mejor con la información ambiental es la radio. La radio es inmediata, es un medio cordial de proximidad, pero no te reclama, te acompaña en el coche, el gimnasio o en tus tareas, donde puedes tenerla de fondo. Pero cuando alguien tiene la capacidad de seducir al oyente —de intimar con él—, consigue que esa persona deje lo que está haciendo y se centre en el tema del que se le está informando”.
Y es que el galardonado se considera “un divulgador ambiental de la vieja escuela: sigo pensando que mil palabras valen más que una imagen”. Probablemente eso explique también su larga y variadísima lista de títulos editoriales como Vivir mejor en un planeta mejor (2013), Circulando hacia una nueva economía (2020) y Naturalistas en zapatillas (2022): “El libro es hablar de tú a tú al lector fuera de la vorágine informativa. Los libros son de fin de semana, con una taza de té; y ahí volvemos a la intimidad”.