CONTRIBUCIÓN
«El leopardo de las nieves es un animal asombroso, el resultado de millones de años de evolución que le han permitido adaptarse a condiciones muy duras, de frío extremo, y cazar a sus presas en las cumbres más altas del planeta». Así define Charudutt Mishra, director ejecutivo del International Snow Leopard Trust, a este majestuoso depredador que se encuentra en la cúspide de la cadena alimentaria de su hábitat, y por ello se considera fundamental para preservar la salud de todo el ecosistema montañoso del Himalaya y las otras grandes cordilleras de Asia.
El territorio donde habita el leopardo de las nieves abarca dos millones de kilómetros cuadrados y se extiende por la geografía de 12 países asiáticos (Afganistán, Bután, China, India, Kazajistán, Kirguistán, Mongolia, Nepal, Pakistán, Rusia, Tayikistán y Uzbekistán). «La especie es increíble en sí misma, pero además, cuando la proteges, estás contribuyendo a proteger todo un ecosistema y la biodiversidad asociada a ella», señala Mishra. Esta región, conocida como el Tercer Polo de la Tierra, alberga 14 de las cumbres más altas del planeta y casi 100.000 kilómetros cuadrados de glaciares. Su ecosistema proporciona servicios esenciales, empezando por la provisión de agua para un tercio de la humanidad, que depende de los ríos que fluyen de estas montañas para obtener agua potable y para regadío.
En este entorno tan valioso, el leopardo de las nieves se encuentra acorralado por múltiples amenazas. Por un lado, sufre las llamadas «matanzas de venganza», explica Mishra, causadas por los ganaderos cuyas ovejas y cabras son devoradas por el felino: «Con bastante frecuencia se producen ataques nocturnos de leopardos a rebaños enteros. Esto puede resultar devastador para la economía de una familia, y por eso hemos tenido que dedicar mucho esfuerzo a mejorar la convivencia entre las poblaciones locales y los leopardos». Pero el felino no solo está padeciendo las amenazas de la caza furtiva y el tráfico ilegal de fauna, sino que en las últimas décadas su hábitat se ha visto cada vez más fragmentado por el desarrollo de grandes infraestructuras, fundamentalmente la construcción de carreteras, minas y presas. «Antes esta era una región relativamente aislada y virgen, pero ahora cada vez hay más desarrollo industrial, lo que implica la expansión del transporte de personas y mercancías. Todo ello está teniendo un impacto importante».
Por último, a todos estos riesgos hay que añadir el cambio climático, que está intensificando los peligros a los que se enfrenta esta especie y todo el ecosistema montañoso de Asia, debido a la frecuencia y la intensidad de episodios climáticos extremos y desastres naturales. «Esta región del planeta se está calentando a una velocidad casi dos veces mayor que la media en el hemisferio norte», señala Mishra.
Esta grave situación de fragilidad motivó hace ya más de 40 años, en 1981, la creación del International Snow Leopard Trust. En la última década, la organización ha impulsado la creación de una «alianza intergubernamental» que ha impulsado la cooperación entre ONG y gobiernos de los 12 países donde habita el leopardo de las nieves para proteger a la especie y su ecosistema. En 2013, conservacionistas y líderes políticos acordaron una estrategia común de conservación a través de la llamada Declaración de Bishkek, suscrita por los 12 países participantes para cooperar en la conservación del felino y su hábitat, a través del nuevo Programa para la Conservación del Leopardo de las Nieves y su Ecosistema.
«Este compromiso refleja el poder que puede tener la conservación de la naturaleza para promover la cooperación internacional, incluso entre países que mantienen conflictos entre ellos –recalca Mishra–. El hábitat del leopardo de las nieves abarca tantos territorios que su conservación sería imposible sin una colaboración que trascienda fronteras».
El director ejecutivo del proyecto reconoce que el desafío de poner de acuerdo a los gobiernos de los 12 países implicados ha sido enorme y supuso «muchísimo trabajo previo, múltiples viajes y reuniones en cada uno de los territorios implicados», para convencer a sus autoridades sobre la importancia de proteger al leopardo y su ecosistema: «Hay que tener en cuenta que los impactos de la caza furtiva, el tráfico ilegal de especies o el cambio climático en toda esta región superan por completo lo que puede lograr por su cuenta cualquier organización conservacionista. Por eso resultaba imprescindible la creación de esta alianza internacional entre gobiernos».
El proyecto ya ha logrado identificar 24 áreas de protección (unos 500.000 km2) que abarcan un 25% del hábitat de la especie. En buena parte de este territorio (140.000 km2), ya se han empezado a implementar medidas de conservación en las que se han implicado tanto las autoridades de cada país participante como la comunidad científica, ONG, empresas y poblaciones locales. Mishra destaca en particular la importancia de patrullas de vigilancia contra la caza furtiva, con más de 400 guardabosques formados gracias a esta iniciativa, y un programa de colaboración entre las autoridades locales e Interpol para establecer una base de datos sobre el tráfico ilegal de especies, con el objetivo de combatir esta amenaza con mayor eficacia.
La organización premiada también ha promovido la construcción de sistemas de vallado para impedir los ataques de leopardos a los rebaños, así como la creación de seguros que puedan compensar económicamente a los ganaderos afectados por estos incidentes, para evitar así los conflictos con las comunidades locales. Al mismo tiempo, se han impulsado programas de educación ambiental para concienciar a la población sobre el valor de conservar la especie.
«Nuestro objetivo es conseguir la coexistencia entre las personas y los leopardos, sin expulsar a nadie de sus tierras –recalca–. Hemos formado a un total de casi 1.000 personas que ya están colaborando en acciones de conservación en los 12 países de la alianza».
Otra de las estrategias impulsadas por la organización ha sido la colaboración con industrias locales para la elaboración de lana de cachemira o productos lácteos con la etiqueta snow leopard friendly (solidario con el leopardo de las nieves), así como proyectos de turismo sostenible que ofrecen excursiones para observar al felino amenazado.
«Nuestro objetivo final es promover una economía verde y sostenible para conservar la biodiversidad en toda la región –señala el director ejecutivo del International Snow Leopard Trust–. Al fin y al cabo, uno de los problemas más graves a los que nos enfrentamos es la explotación insostenible de recursos naturales, que en definitiva es la causa fundamental de la extinción masiva de especies».
Mishra considera que «este paradigma tiene que cambiar», sobre todo en las pocas regiones del planeta donde todavía existe una biodiversidad rica, como el territorio donde habita el leopardo de las nieves: «No podemos permitir que estas montañas se vean sometidas al mismo proceso destructivo que ha padecido casi todo el planeta».
Según algunas estimaciones, hoy ya solo quedan unos 4.000 ejemplares del felino. Sin embargo, Mishra señala que «se trata de una aproximación preliminar» y por eso mismo el Programa para la Conservación del Leopardo de las Nieves y su Ecosistema también está llevando a cabo ahora mismo el primer gran estudio científicamente robusto para comprobar el tamaño y la extensión de la población actual de la especie. Se trata de un proyecto muy complejo, ya que supone tomar muestras en un territorio gigantesco que comprende muchas zonas de difícil acceso. Para garantizar su solvencia científica, un comité de expertos ha elaborado un protocolo estandarizado para la recogida de datos. En el estudio van a participar más de 50 organizaciones en los 12 países implicados y se espera que los resultados puedan publicarse aproximadamente dentro de un año.
«Lo que debemos tener claro –recalca Mishra– es que la conservación de la naturaleza nunca es una cuestión meramente local, sino un desafío global que nos concierne a todos, gobiernos, empresas y sociedad civil. Como ha demostrado la pandemia, vivimos en un mundo totalmente interconectado, y por tanto lo que ocurre con la biodiversidad en una montañosa zona remota de Asia puede tener un impacto directo en la otra punta del planeta».
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