CONTRIBUCIÓN
“Para rescatar a los animales, primero tienes que rescatar a los humanos”. Así explica Karmele Llano (Bilbao, 1978) la estrategia de conservación impulsada por la Fundación International Animal Rescue (IAR) de Indonesia, la organización que fundó en 2006 para proteger la biodiversidad en la isla de Borneo, y en particular a una de sus especies emblemáticas, hoy críticamente amenazada: los orangutanes. “Es una región con mucha pobreza”, señala Llano, “donde las comunidades indígenas no tienen acceso ni a la educación ni a la sanidad, y esa presión les lleva a la caza y a la tala furtiva”. Por eso, tal y como ha señalado el jurado que le ha concedido el Premio Mundial a la Conservación de la Biodiversidad, IAR ha liderado un proyecto de “empoderamiento de la población local” para detener el declive del ecosistema que habitan los orangutanes de Borneo, “asediado por la deforestación como consecuencia del avance de los cultivos de las plantaciones de aceite de palma”.
Entre 1999 y 2015, más de 100.000 orangutanes de Borneo desaparecieron debido a la pérdida y fragmentación de su hábitat, la caza furtiva y el comercio ilegal de especies salvajes. Si no se pone freno a este declive, se calcula que para 2025, el 82% de su población se habrá extinguido. El objetivo de IAR es evitar la desaparición tanto de estos grandes simios como de otras especies únicas de Borneo, como el mono narigudo y la pantera nebulosa, a través de un programa de conservación en el Parque Nacional de Bukit Baka Bukit Raya, un espacio de 200.000 hectáreas de bosque tropical de altísimo valor para la conservación. “Esta zona se conoce como el corazón de Borneo”, señala Llano. “Es una zona de gran biodiversidad donde hay muchísimas plantas y animales que solo se pueden encontrar allí. Si se extinguieran, desaparecían de todo el planeta”.
Tras licenciarse en Veterinaria por la Universidad de León, Llano – a quien siempre le habían apasionado “todos los animales, pero sobre todo las especies salvajes”– decidió viajar en 2003 a Indonesia para participar en un programa de voluntariado para el rescate y recuperación de orangutanes. “En principio iba a ser un viaje corto”, recuerda Llano, “pero me cambió la vida porque decidí volcarme por completo en esta tarea”. Tres años después, decidió fundar junto a su marido, Argitoe Ranting –un indonesio que también trabajaba en la protección de estos primates–, una ONG local que posteriormente estableció un convenio de colaboración con International Animal Rescue, una organización internacional dedicada a la conservación de especies amenazadas en seis países. Hoy, 250 personas trabajan por la conservación de la biodiversidad en Borneo en la Fundación IAR de Indonesia, dirigida por Llano.
“Nuestro proyecto tiene un enfoque holístico”, explica Llano. “Al principio nos especializamos solo en el rescate y la reintroducción de orangutanes desplazados por la pérdida y fragmentación de su hábitat, pero nos dimos cuenta de que esto no servía de nada si no apoyábamos a las comunidades locales que seguían dedicadas a la tala ilegal porque no tenían ninguna alternativa para subsistir”.
Desde su creación, IAR ya ha conseguido reintroducir en el bosque a 46 orangutanes rescatados que han podido adaptarse de nuevo a la vida salvaje. Pero además, la organización que dirige Llano ha creado un programa de apoyo a la sanidad, la educación y el empleo de las comunidades indígenas locales para frenar el deterioro del ecosistema en Borneo del que dependen estos grandes simios. “En los países ricos”, explica, “vivimos desconectados y no entendemos la realidad de estas poblaciones. A ellos les falta lo más esencial y la conservación de la naturaleza es un lujo, porque viven en la más absoluta miseria y para ellos lo primero es conservarse ellos mismos”. Gracias a su trabajo, unos 70 habitantes de la región que estaban involucrados en la tala ilegal de bosques trabajan hoy para IAR en el rescate y recuperación de orangutanes.
“Estos animales nunca dejan de asombrarme”, asegura Llano. La veterinaria bilbaína y su equipo han llegado a observar cómo las madres de orangután educan a sus crías, en lo que ella denomina “la escuela del bosque”, demostrando que en estos primates existe la cultura, en el sentido de que se transmiten conocimientos de generación en generación: “Los jóvenes aprenden por imitación lo que se puede o no se puede comer, sus madres u otros congéneres les enseñan sobre los peligros de la selva, como los reptiles, e incluso se les instruye sobre cómo hacerse una cama con ramas y hojas”. Por todo ello, para Llano, “no respetar a los orangutanes es casi como no respetar a nuestra propia especie, por lo cercanos que son a nosotros”.