CONTRIBUCIÓN
A mediados de los años noventa del siglo pasado, el lince ibérico se encontraba al borde de la extinción, con una población por debajo de los 100 ejemplares. Al mismo tiempo, tanto el águila imperial ibérica como el buitre negro se enfrentaban a situaciones muy graves de escasez de alimento debido a la disminución de la población de conejos y a la prohibición de dejar cadáveres de los animales en el campo tras la crisis de las vacas locas.
En este contexto nació CBD-Hábitat con el objetivo de salvar a estas especies y recuperar sus entornos naturales. «La Fundación cuenta con un equipo multidisciplinar en el que nos integramos biólogos, ingenieros de montes, técnicos, con una trayectoria que aúna investigación y conservación», explica la directora gerente de la Fundación CBD-Hábitat, Nuria El Khadir Palomo.
Una de sus líneas principales de actuación se ha centrado en la conservación de estas especies del monte mediterráneo en alianza con el mundo rural. La organización se caracteriza por su papel mediador entre las propiedades privadas y la administración, y es pionera en trabajar con la custodia del territorio en España, que consiste en el asesoramiento para la gestión sostenible de las fincas privadas, mostrando los beneficios de mantener un hábitat bien conservado.
«En 1999 fuimos pioneros en la introducción en España, junto a WWF, del modelo de acuerdo de custodia, porque nos centramos en especies que en gran parte estaban en propiedades privadas. Así que fuimos puerta a puerta hablando con gestores de fincas y propietarios para explicarles que queríamos conservar esas especies y en paralelo buscamos financiación y diseñamos medidas que después implementamos sobre el terreno», señala El Khadir. Esta metodología es, hoy en día, una herramienta habitual de trabajo en muchas organizaciones de España.
«Empezamos en Sierra Morena colaborando con 10 fincas, viendo que no suponía un problema, y ha sido un intercambio de información y asesoramiento para aprender también de ellos, porque ya hacían una parte de conservación interna al tener en su finca a esos últimos ejemplares de lince –añade–. En un principio temían que si se identificaba que en su propiedad habitaba una especie emblemática iban a ser objeto de muchas prohibiciones. Les demostramos que no era así, pero que ellos eran los únicos que nos podían ayudar a recuperarlas. La confianza es lo esencial; si no, los acuerdos de custodia no funcionan».
«Quien te abría su finca para hacer un seguimiento o instalar dispositivos de fototrampeo es que, evidentemente, estaba involucrado: si los pocos ejemplares que quedaban estaban ahí, es porque ese propietario los había respetado. De hecho, los acuerdos de custodia nos han permitido aprender de algunas prácticas de esos propietarios que funcionaban mejor. Y ellos siempre han recibido bien nuestros consejos», explica El Khadir. Además, añade que ha sido un trabajo de colaboración basado en la confianza mutua. Aunque posteriormente han llevado a cabo otras acciones, como la creación de espacios protegidos, recuerda que sin la ayuda inicial de los propietarios de fincas no hubiera sido posible.
Lo que diferencia a esta organización de otras implicadas en el proyecto del lince es el trato directo y personalizado, sobre el terreno. «Nos gusta definirnos como aliados con la naturaleza en el territorio. Nuestro trabajo ha demostrado cómo actores tan diversos como administraciones, organizaciones conservacionistas, empresas, propietarios de fincas, agricultores, ganaderos y cazadores podemos colaborar, y que la conservación implica a todos esos perfiles. Trabajar en equipo es necesario».
Hoy en día tienen un contacto muy personal con cada uno de ellos. «La comunicación es constante: informamos a los propietarios de las fincas de cualquier incidencia que detectamos con ejemplares que habitan sus propiedades; en el caso de los ganaderos y las especies necrófagas, para que tras la crisis de las vacas locas volvieran a dejar los cadáveres, hicimos una labor de ir uno a uno explicando cómo implementar la nueva situación».
Cuando comienzan a trabajar con una especie, primero evalúan su situación real, sus deficiencias y comienzan a diseñar el modo de subsanarlas. En el caso del lince, hay 548 ejemplares en vigilancia en territorios históricos de la sierra de Andújar y en otras siete áreas de expansión y reintroducción de Jaén, Extremadura, Ciudad Real o Montes de Toledo. Han participado en la reintroducción de más de 160 en estas áreas, con lo que se ha contribuido al incremento de la población del felino, que ha pasado de 100 a más de 1.100 en 21 años.]
Con las águilas imperiales y buitres negros, actuaciones como 88 radiomarcajes de rapaces, el rescate y recuperación de 28 ejemplares y un registro de amenazas –como las líneas eléctricas peligrosas– o la gestión de muladares fijos y móviles para mejorar la disponibilidad de alimento han conseguido un incremento del 30 % de la población en las fincas con las que tienen acuerdos de custodia.
Los recursos invertidos en la conservación de estas especies han beneficiado indirectamente al resto de especies del monte mediterráneo. «Hemos trabajado con especies emblemáticas catalogadas como paraguas porque al actuar sobre ellas estamos logrando un impacto sobre el territorio y sobre otras especies con las que lo comparten. No nos dirigimos solo al lince, al águila o al buitre, sino que actuamos sobre el territorio con podas, con siembras y, por ejemplo, en el caso del lince, sobre el conejo, que es su alimento», indica El Khadir.
Para el conejo de monte en concreto, han creado más de 6.250 refugios, con una ocupación superior al 75 %, la instalación de 484 puntos de agua y 270 comederos. «Diseñamos un vivar de tubo, que es una madriguera en la que se podía meter el animal de forma que ningún depredador se lo pudiera comer», asegura El Khadir. Además, a principios del 2000 arrendaron los derechos de caza del conejo durante cuatro años, como medida de urgencia ante una situación crítica, ya que las densidades de la principal presa del lince eran muy bajas. «Lo que hicimos, con el apoyo de un Proyecto LIFE de la Comisión Europea, fue pagar a los propietarios de fincas para que durante este periodo no permitieran la caza de conejos en sus terrenos, compensándoles por las pérdidas que les supondría esta medida». Otra de las herramientas innovadoras que han desarrollado ha sido la alimentación suplementaria de los linces, especialmente para que hembras con cachorros se pudieran alimentar de manera natural si no había conejos suficientes en la zona. «Cuando desarrollamos herramientas o buenas prácticas novedosas, las publicamos y las ponemos a disposición de quien quiera utilizarlas».
Ahora el reto es encajar en las prioridades de financiación de las administraciones para defender la conservación: «Los proyectos en los que trabajamos requieren mucha financiación porque son a largo plazo. Por eso, para organizaciones pequeñas como la nuestra, es tan importante un premio como este, porque además del reconocimiento supone una vía de financiación para continuar con nuestro trabajo en un momento complejo. La financiación se está concentrando en cuestiones como las energías renovables o el cambio climático, que son muy importantes, pero lo cierto es que la conservación pura y dura sobre el terreno, que es a lo que nosotros nos dedicamos, se está quedando fuera. A veces intentamos encajar en convocatorias públicas, pero perderíamos nuestra esencia, centrada en la conservación de especies y hábitats, que sigue siendo muy necesaria».
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