CONTRIBUCIÓN
Comunidad Inti Wara Yassi (CIWY) lleva más de tres décadas luchando contra el tráfico de animales salvajes. Gestionan tres parques naturales con una extensión de 1300 hectáreas en la selva del Amazonas en Bolivia. En ellos, rehabilitan, curan y cuidan animales que han sido rescatados de la trata ilegal, redes mafiosas internacionales que capturan, venden y sacrifican especies en peligro. Por su labor de rescate y cuidado, en colaboración con la comunidad científica y con las poblaciones locales, entre las que obtiene voluntarios y a las que dirige sus proyectos de educación, ha sido galardonada con el Premio a la Conservación de la Biodiversidad en Latinoamérica.
El problema de la trata de animales salvajes afecta a millones de ejemplares año tras año. La mayoría son extraídos de hábitats como selvas, manglares o sabanas. En América del Sur, una de las regiones más afectadas por este tráfico ilegal, la jungla del Amazonas lo sufre de manera particularmente intensa. Las mafias que se dedican a ello capturan serpientes, aves, caimanes, primates y el objetivo más codiciado: grandes felinos como el jaguar. Los especímenes apresados se venden por grandes cantidades de dinero y se convierten en animales enjaulados en parques zoológicos, circos o residencias privadas, o son sacrificados para la fabricación de prendas de vestir, objetos de decoración, comida o cosméticos.
Desde hace décadas, organizaciones sin ánimo de lucro y particulares concienciados contra esta lacra realizan tareas de rescate y cuidado de animales. En la Amazonía boliviana, desde el año 1992 existe la Comunidad Inti Wara Yassi (CIWY), que lucha cada día contra el comercio ilegal de vida salvaje gracias, en gran medida, a las 1300 hectáreas de bosque amazónico que preserva, protege y destina a la rehabilitación de animales en peligro por esta actividad ilegal. Por esa labor de rescate y cuidado, la Comunidad Inti Wara Yassi ha sido galardonada en la XIX edición de los Premios Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad en Latinoamérica, por hacerlo en «colaboración con la comunidad científica» y por haber logrado «proteger el ecosistema y la vida silvestre boliviana de amenazas como los incendios forestales, la caza furtiva, la tala y la minería ilegal».
Su presidenta y fundadora es Tania Baltazar —aunque ella siempre pide que se la llame por su apodo, Nena—. A finales de los ochenta, cuando estaba estudiando el primer curso de Biología, Nena rescató a una hembra de mono araña que estaba siendo maltratada. Se la llevó a casa de su madre, donde ella vivía, hasta que su madre le dio un ultimátum: «o se va la mona, o se van las dos, me dijo», recuerda Nena sobre el que se convertiría en el primer caso de miles. «Así que me fui de casa de mi madre porque no podía dejar en la calle a esa pobre mona. La cuidé durante meses y traté de llevarla a un zoológico, pero no pude: sabía que no era un buen destino para ella. Así que me propuse encontrar un espacio propio, mío, para poder cuidarla». Así fue como persiguió, hasta conseguirlo, su primer santuario, Parque Machía. Fundado en 1996, se convirtió en el primer refugio de vida salvaje en Bolivia, con cinco ejemplares de mono. Ahora cuenta con más de cuatrocientos animales de veinte especies diferentes, y le han seguido otros dos espacios protegidos: Jacj Cuisi y Ambue Ari.
Lamentablemente, a casi la mitad de la superficie de este último parque le han afectado de manera grave los incendios que en la segunda mitad de 2024 han devorado una gran masa forestal en la región. Luchando contra ellos le llegó a Nena la noticia del galardón de la Fundación BBVA: «Tras más de dos meses de lucha contra el fuego, finalmente los incendios afectaron al santuario. La situación que se vio era tristísima, muchísimos animales, miles, murieron por el fuego e intoxicados». Por eso, continúa Tania Baltazar, este premio «es algo muy especial en este momento. Nos da la energía para seguir luchando y los recursos para poder seguir adelante en la misión que tenemos para cuidar la vida silvestre. Compraremos más hectáreas de bosque para ampliar lo que tenemos y poder dar más tierra a los animales».
Esa superficie es el principal activo de CIWY: trece millones de metros cuadrados destinados enteramente al cuidado y la rehabilitación de los cientos de animales de casi cuarenta especies que han conseguido rescatar de la trata ilegal y el maltrato. «Es un problema muy grande —incide Nena—, y luchamos contra una amenaza que es mayor que la del fuego. En Bolivia tenemos leyes que protegen la vida silvestre, pero lamentablemente estas leyes no siempre se cumplen y el tráfico de animales salvajes cada año aumenta».
El rescate de los animales lo realizan generalmente las autoridades o, en ocasiones, los propios integrantes de CIWY. «Cuando un animal nuevo ingresa —explica su presidenta— es evaluado por el equipo de veterinarios y biólogos. Hay que ver bien la especie, cuál es su hábitat de origen. La mayoría llegan con problemas físicos o psicológicos a veces irreversibles. Dependiendo del origen y el estado del animal, se los recupera, se los rehabilita y se los libera otra vez. Si no han sufrido impronta, y no se han acostumbrado al ser humano, vuelven a la naturaleza. Pero no todos tienen esa suerte: la mayoría de los casos se quedan con nosotros, son llevados a nuestros santuarios donde permanecen, a veces de por vida».
Cada uno de los parques tiene un personal fijo, detalla Nena, «un director, equipo veterinario, biólogos, equipo de coordinadores de área. Y, aparte de eso, tenemos voluntarios. En realidad, estos tres santuarios los hemos podido gestionar gracias al apoyo de voluntarios, que son los que ayudan aportando su granito de arena, con su aporte económico, con su esfuerzo, su sacrificio. Y no es fácil, ni barato, por ejemplo, mantener un jaguar. Tenemos ahora cuatro jaguares, y es un presupuesto bastante alto. Siempre hemos recurrido a padrinos, a sponsors de los animales, a donaciones, haciendo campañas para poder tener estos recursos. Y la gente que trabaja conmigo, obviamente, son personas comprometidas; la gente que está aquí trabaja porque tiene amor, pasión por ayudar a estos animalitos».
Actualmente, tal y como subraya Tania Baltazar, el mercado negro de animales es el tercer negocio ilegal de toda América del Sur, por detrás del tráfico de drogas y de la trata de personas. Para luchar contra él son necesarios control, sanción y educación. Y en este tercer pilar es en el que CIWY actúa de manera directa, por medio de programas de educación ambiental. Así fue como comenzó su actividad en 1992, y ahora mismo están implementando un nuevo programa, denominado Guardianes de la selva, en el que consiguen que los niños se identifiquen con las labores de conservación. «Trabajamos principalmente —relata Baltazar— en las escuelas de las comunidades aledañas a los tres santuarios que tenemos. Y vamos con los mismos voluntarios a hacer diferentes talleres. La idea es poder mostrar a los niños los animales, que los conozcan, que entiendan cuál es su función. Y después enseñarles a cuidar a esos animales, porque no puedes proteger lo que no conoces. Trabajamos con estos jóvenes y, de ellos, han salido muchos de los que ahora formamos CIWY. Tenemos jóvenes que están desde pequeños con nosotros participando y ahora ya son parte del staff».
Para CIWY, la investigación científica tiene mucha importancia, ya que en ella basan gran parte de sus actuaciones de conservación: «Estamos en muchos proyectos de investigación, porque es importante que se pueda demostrar científicamente la necesidad de proteger y cuidar los animales». Por ello, colaboran con la mayoría de universidades bolivianas, con las que han realizado diversos trabajos sobre el comportamiento de los jaguares o de las abejas silvestres: «Aparte de eso —resalta Nena— también tenemos convenios con las facultades de veterinaria para capacitar en fauna silvestre a los estudiantes de los últimos cursos».
Durante los últimos treinta años, la Comunidad ha liberado a la naturaleza a miles de animales rehabilitados y brindado santuario de por vida al resto. CIWY ha acumulado una experiencia amplia en el cuidado especializado de la vida silvestre rescatada, sobre todo primates y felinos. A menudo, señalan, otras organizaciones y entidades gubernamentales les piden asesoramiento sobre cómo proporcionar el cuidado adecuado a estos animales.